sábado, 22 de septiembre de 2012

LA AGRICULTURA CHIMÚ


Son dignos de admiración los formidables sistemas de irrigación con que contaron los chimús. Unos, fruto de su esfuerzo y capacidad creadora, otros, herencia de sus antecesores, los excelentes ingenieros mochicas. De esta manera, el considerable avance de la ingeniería hidráulica, manifestado en la construcción de magníficos canales, acueductos, reservorios, bocatomas, etc., muchos de ellos, extensos y sólidamente edificados, contribuyeron al logro de una agricultura floreciente en sus grandes valles ubicados, mayormente, en los departamentos de Lambayeque, La Libertad, Ancash y Lima. Figurando entre las principales producciones: el maiz, el pallar, el frijol, la calabaza, la yuca, así como el algodón; además, frutales como: el pepino, el pacae, la guanábana, la lúcuma, la guayaba, la ciruela del fraile, etc.
Por otra parte, los Chimús supieron aprovechar también, además de las aguas de los ríos, las de sus "puquios", o aguas que afloran del subsuelo; igualmente, por medio de los Wachaques, o chacras hundidas, una nueva tácnica agrícola, que aprovechó de terrenos sumamente húmedos, lograron sembrar, fundamentalmente, totora, planta ésta que les facilitó la fabricación de aquellos famosos "Caballitos de Totora", eficaz vehículo para sus pescadores activos.
En relación con los grandes valles de la Costa Norte, donde los chimús desarrollaron una agricultura floreciente, creemos interesante reproducir las valiosas referencias que, sobre este particular, hace, el historiador Dr. Macera:
LA PESCA
La extracción de recursos marinos fué fundamental para reforzar la producción alimentaria de los chimús y atender, así, las necesidades de su numerosa población. En razón de ello, fomentaron la pesca en el Océano Pacífico, sirviéndose, mayormente, de los mencionados "Caballitos de Totora", así como de amplias redes y de arpones que les permitieron extraer una gran variedad de peces (dada la riqueza de nuestro mar), moluscos y crustáceos; y hasta cazaron lobos marinos en sus islas vecinas.

Origen de la agricultura

El descubrimiento de la agricultura y ganadería fue sin duda uno de las más grandes revoluciones del hombre andino. Se cree que la domesticación de plantas y animales empezó en los 8,000 a.C. a raíz de la observación de los ciclos naturales de ambos recursos. La caza indiferenciada fue dejándose a un lado y se paso al cuidado selectivo de los animales y plantas. Ya no se cazó a hembras o animales pequeños, solo a los animales machos. Las plantas sufrieron igual selección. Ya no se recogía todas las frutas, semillas o vallas, tampoco se dejaban solo las maltratadas o secas pues se dieron cuenta que si estas eran las únicas que dejaban, al año siguiente, todos los frutos serían de baja calidad. Se dieron cuenta igualmente que algunas plantas crecen solamente en un sitio determinado y que no es posible conseguirlas en algún otro piso altitudinal. Por esta razón los hombres andinos y costeños empezaron a establecerse en sitios aledaños a sus tierras de cultivo y establecieron campamentos cerca de pastizales frecuentados por camélidos.

No se sabe exactamente como fue que la agricultura llegó a los andes centrales ni tampoco como es que las principales plantas utilizadas se domesticaron y llegaron a ser de consumo masivo para los años siguientes. En las cuevas y abrigos rocosos se han encontrado poquísimas muestras de plantas o semillas ya que la gran humedad existente en ellas impide la preservación por miles de años de estos productos. En la costa se han encontrado algunas semillas y plantas pero estas no son propias del lugar, lo que indica que las plantas fueron domesticadas antes de su llegada a la franja costera.

La domesticación de las plantas, al parecer, se dio de manera independiente y simultánea en varios lugares del continente. No hubo una influencia o una difusión específica entre las distintas regiones americanas y cada una de ellas logró domesticar tanto especies comunes como propias de cada lugar. En los Andes las plantas más importantes que se llegaron a domesticar fueron el maíz (4,000 a.C.), maní (3,800 a.C.), papa (5,000 a.C.), quinua (6,500 a.C.), cañihua (no existen datos sobre su domesticación), calabazas (4,500 a.C.), zapallos (4,500 a.C.), algodón (2,500 a.C.), ají (no existen datos sobre su domesticación), frijol (7,600 a.C.) y quinua (3,000 a.C.).

En la costa se han identificado calabazas, maíz, palto, maní, pacay, yuca, guayabo, algodón y chirimoya.

La costa tuvo en la recolección marina su principal sustento. Sin embargo poco a poco la dieta del hombre costeño fue aumentando con la llegada de las plantas domesticadas. Este cambio en la alimentación costeña fue conocido a través de las investigaciones de Junnius Bird, E. Lanning y T. Paterson entre las décadas de 1950 y 1960. Sus estudios concluyeron que junto a la pesca la agricultura se abrió paso y fue mayormente utilizada en los valles y lomas, con sembríos estacionales y constantes (principalmente algodón).

Pastoreo y agricultura se adaptaron, al parecer, en forma simultanea en la sierra. La domesticación de camélidos se puede medir por la recurrencia de huesos en los recintos arqueológicos y por los patrones relacionados con su aprovechamiento. Los camélidos principalmente fueron adaptados por selección deliberada y se tuvo un control sobre su edad. La gran cantidad de restos de camélidos jóvenes sacrificados sugiere que eran preferidos para el consumo y también como un esfuerzo para controlar la especie. Los huesos de camélidos neonatos o recién nacidos indican su ubicación en corrales ya que es frecuente contraer en estos recintos enfermedades o infecciones.

Existen datos de la domesticación de camélidos desde los 7,000 a.C., pero datos confiables indican que hacia el 4,000 a.C. se formaron sociedades de pastores especializados por todo los Andes centrales. Existen restos de camélidos en Pachamachay, Uchcumachay, San Pedro de Cajas y Telarmachay, todas ubicadas en el actual departamento de Junín.

Animales menores también fueron domesticados y asimilados a la vida cotidiana del hombre del precerámico. Existen restos del cuy desde los 8,000 a.C. (fase Ayacucho), pero no se han encontrado muestras que evidencien su domesticación sobre los 3,500 m.s.n.m.. Junto a la sedentarización del hombre, el cuy se vuelve alimento indispensable en la sierra.